Durante una de sus misiones, Lak Sivrak encontró a un grupo de
colonos indigentes. El shistavanen comprendía que, si no tomaban
ciertas medidas pronto, esa pobre gente moriría de inanición.
Lak Sivrak les ofreció su ayuda para asentarse en el planeta y poder
salir adelante, enfrentándose a las adversidades de la naturaleza.
Los colonos en realidad eran miembros de la Alianza, huyendo después de que el Imperio hubiese
destruido sus mundos de origen. Intentaron convertir a Lak Sivrak a sus creencias
políticas, pero él se resistió. Sin embargo, aceptó
guardar en secreto la localización de la colonia, puesto que se imaginaba
lo que el Imperio podría hacer si les encontraba. Después de haber
hecho su buena acción, Lak Sivrak dejó el planeta.
Pero el Imperio desconfiaba instintivamente de los alienígenas,
incluso de quienes aparentemente servían de buena gana al emperador.
Una misión imperial posterior revisó algunos de los planetas
que Lak Sivrak había explorado previamente, y encontraron a los
colonos rebeldes donde, según Lak Sivrak, no había nada digno
de mención. El Imperio interrogó a los rebeldes y, bajo tortura,
éstos confesaron que Lak Sivrak les había ayudado consciente
y premeditadamente, aún después de conocer su filiación.
El Imperio, conocedor al fin de la omisión de Lak Sivrak, empezó
por despedirle de su empleo y, después, le declaró fuera
de la ley por ayudar a la Alianza. Afortunadamente, la burocracia imperial
exigió un cierto tiempo entre su despido y el momento en que fue
declarado fugitivo, por lo cual Lak Sivrak tuvo la oportunidad de empezar
su huída.
Ahora, Lak Sivrak era un hombre-lobo shistavanen perseguido, un fugitivo
condenado a muerte por el Imperio. Para poder escapar, Lak Sivrak se vio
obligado a matar a varios soldados
de asalto, lo cual no le hizo ganar puntos ante sus antiguos jefes. Armado
con un rifle bláster lleno de muescas, una pistola bláster y un
vibrofilo que apenas sí sabe manejar, Lak Sivrak recorrió la
galaxia, mirando de reojo a cualquier imperial que encontrase. Lak Sivrak, sin
embargo, no estaba del todo desanimado. Después de todo, él era
un perfecto cazador, y sabía cómo enfrentarse a las adversidades
como ésa, que, por otra parte, no eran tan distinta del momento de la
caza, la enormidad del ahora por encima de todas esas nimiedades
políticas.
Huyendo como tantos otros, Lak Sivrak llegó a Tatooine, un planeta
perdido tan lleno de alienígeans fugitivos y vagabundos, que nadie
se fijaría en alguien como él. La importante presencia
hutt en el sistema haría que, probablemente, la
gente le creyese otro alienígena traído por los hutts. Incluso
aunque le reconociesen como un explorador shistavanen, el Imperio había
cerrado los Territorios del Borde Exterior
para la exploración; siempre parecería sólo otro desempleado.
Lak Sivrak decidió que su nombre completo era demasiado llamativo,
y se lo acortó a Sivrak. Este pseudónimo, aunque ingenuo,
le dio buen resultado: Pese a que Mos Eisley estaba lleno de soldados de
asalto (Desde luego, demasiados para el gusto de ningún shistavanen
fugitivo), ningún imperial le prestaba atención.
Incluso en lugares tan alejados de lo que mucha gente conoce como civilización,
existen puntos donde hay más alienígenas variados que en
otros. Uno de ellos era la infame cantina de Chalmun.
Sivrak, ahora sólo Sivrak, se metió en la cantina para beber
un trago. Era la primera vez que entraba allí.
Sivrak no estaba de un humor demasiado bueno ese día. Había
ido a la barra a pedir una jarra de gilden aplastado. Los tentáculos
salían del borde de la jarra, dando fe de que era fresca. Sivrak
estaba pensando que el planeta tenía demasiada presencia imperial
y que lo abandonaría en cuanto tuviese suficientes créditos
para ello. Después de lo que le había hecho el Imperio, la
Alianza era una posibilidad mucho más atractiva que antes. Mientras
pensaba todo esto, un jawa chocó con él,
corriendo hacia las escaleras de salida.
Y entonces, él la vio. Una criatura parecida a una anguila, con
una boca poblada de varias filas de colmillos, rodeados por tallos sensibles
a la luz. Su cuerpo serpentino no era sino una masa de anillos musculosos,
capaces de retener enormes presas, y coronados en un único aguijón.
¿Y qué decir de ese delicioso olor a feromonas? Sivrak nunca
había visto a una criatura así, pero sabía lo que
era. Era el asesino más perfecto, igual que él era el cazador
más perfecto. Era un lamproide, una criatura nativa de Florn, uno
de los mundos más hostiles de la galaxia. Y, a juzgar por las feromonas,
era una hembra.
Sivrak siempre había sido muy liberal en lo tocante a las relaciones
sentimentales interraciales y, como cazador, se sentía atraído
por la asesina lamproide.
"¿Te pago una copa?", siseó seductoramente la lamproide.
Ella se llamaba Dice Ibegon, y también se sentía atraída
por el hombre-lobo shistavanen, que se estaba comportando de un modo bastante
romántico. La primera copa llevó al primer beso, con sus
colmillos chocando hasta ajustarse en la posición correcta.
Dice Ibegon era una agente de la Alianza, y Sivrak estaba decidido a
seducirla. En ese momento, no le importaban los juramentos de lealtad a
monarcas alderaanianos o al regreso de la República. Lo único
que Sivrak sabía era que estaba enamorándose de Dice, y que
quería estar con ella.
Sivrak se unió a la Alianza Rebelde sólo por amor hacia
Dice, pero el amor nunca fue un mal motivo para hacer lo correcto. Sivrak
tenía experiencia como piloto y navegante, de sus tiempos como explorador,
y la artillería no se le daba nada mal. El hombre-lobo shistavanen
no tardó en ganarse su mono naranja de piloto, y pronto apoyaba
realmente los nobles ideales de la Alianza, no sólo por Dice, sino
por lo que la Alianza representaba. Comprendiendo que, al fin, él
abrazaba los mismos ideales que ella, ella también se enamoró
de él.
Y ella lo sabía con toda seguridad. De algún modo, la
lamproide estaba en armonía con el campo de energía místico
conocido como la Fuerza. No era
en absoluto un jedi, ni mucho menos, pero su poder innato y su entrenamiento
le permitían leer algunas mentes. Al menos, las mentes de las personas
más próximas a ella, como la mente de la criatura a la que amaba.
Sivrak y Dice fueron enviados a la base rebelde del planeta Hoth, y
estaban allí cuando el Imperio inició su ataque. Pese a que
Sivrak era piloto, aparentemente no fue asignado al enfrentamiento con
los andadores en la superficie planetaria, ni a la defensa de los transportes
que salían del planeta. El hombre-lobo shistavanen estaba en el
interior de Base Eco cuando entró el Imperio, y el frío era
tal que ni sus desarrollados sentidos podían oler la sangre de los
muertos... pero podían olerla a ella.
El comunicador principal no dejaba de informar, dando órdenes
de evacuar. El centro de mando había sido impactado, y todas las
tropas debían presentarse en el sector 12 para proteger los cazas.
Pero Sivrak estaba más allá de las órdenes.
Dice había sido malherida, y la nieve a su alrededor se teñía
con el púrpura de su sangre. Un mellado fragmento de metal había
atravesado su traje aislante, perforando su torax, y gotas violetas brillaba
congeladas sobre él. Sivrak dijo el nombre de su amada en voz alta.
La lamproide abrió sus órganos sensoriales ópticos
y le miró. Ambos sabían que ella estaba más allá
de toda esperanza.
"Vete", le dijo.
"¿Cómo?", preguntó él. "He jurado lealtad
a la princesa y al regreso de la República".
Los colmillos de la lamproide se tornaron divertidos, pese a que su
mero jadeo de dolor se convertía en niebla en el aire gélido.
"Nunca quisiste llevar el uniforme de un rebelde. Ese día, en
la cantina, sólo aceptaste mi oferta de unirte a la Alianza para
poder enredarte en mis anillos".
Eso había sido cierto entonces, pensó Sivrak, pero ya
no. Él era ahora un orgulloso guerrero y un miembro de la Alianza
Rebelde. Pero, sin Dice, el pasado no importaba.
"¿Qué es el pasado?", preguntó Dice, leyéndole
la mente.
Sivrak no tenía tiempo de filosofar, y extrajo un kit médico
de su cinturón. Al examinarlo, comprendió que la mayoría
de los medicamentos estaban pensados para hombres-lobo shistavanen y no
para lamproides, y Sivrak no tenía ni idea de cómo podía
reaccionar la fisionomía lamproide ante esas medicinas. ¡Pero
tenía que hacer algo!
"Ya has hecho algo", dijo Dice, mirando hacia el cielo visible a través
de las grietas del techo. "Somos parecidos. Cazador y asesina saben que
los enfermos deben ser selectivamente eliminados de la manada. Y el Imperio
está podrido. Debes dejarme para continuar nuestra lucha hasta el
final".
El comunicador informó de que las tropas imperiales habían
entrado en la base, y Sivrak decidió quedarse con Dice y morir con
ella. "¿Qué es la muerte", le preguntó la lamproide,
"comparada con el amor?".
La voz de Dice cada vez era más ténue. La estaba perdiendo.
Con su último aliento, ella le pidió que creyese en la Fuerza,
no porque ella se lo dijese, sino porque no hay elección. Después
de eso, la lamproide falleció en la nieve.
Sivrak sostuvo el cuerpo de Dice hasta el momento en que un andador
destruyó el generador primario de la base. Un rebelde humano tiró
del brazo de Sivrak para urgirle a que dejase la base, pero el rugido del
hombre-lobo shistavanen bastó para hacer que el humano se fuese
solo.
Aún le quedaba algo que hacer con Dice, pensaba Sivrak, recordando
las historias que había oído sobre lo que los biogenetistas
imperiales hacían con los cuerpos de los rebeldes muertos. Partes
de ellos eran clonadas para realizar investigación inmorales, o
para practicar deportes aún más inmorales. Eso no sucedería
con Dice. Ajustó la intensidad de su bláster para incinerar
el cadáver de su amada hasta desintegrarlo totalmente. Después,
ya se preocuparía de llegar a la salida a tiempo; ni ahora ni entonces
eso le iba a importar.
El cuerpo de Dice se desintegró, pero ahora no podemos saber
si lo hizo por causa del arma de Sivrak, o por otros motivos; después
de todo, Dice era fuerte en la Fuerza. Además, en ocasiones posteriores,
la forma fantasmal de Dice se le apareció a Sivrak para recordarle
que, pese a su amor por ella, la Alianza aún necesitaba sus servicios.
A menudo, Dice se presentaba en un entorno virtual muy similar a la cantina
donde ambos se encontraron por primera vez, y Sivrak escuchaba constantemente
la música de Figrin D'an y los Nodos
Modales.
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