"No dejes que te derrote tu propia rabia" (Enseñanza Jedi)
Tras largos años de paz en los que los Sith no dieron muestra de su existencia los Jedi asumieron que se habían extinguido y por eso cuando Qui-Gon murió en Naboo a manos de Darth Maul, un aprendiz Sith, todos en la Orden sufrieron una gran conmoción.
Una de las mejores formas de acercarse a lo ocurrido, y a su significado, es prestar atención a las palabras que no dejó Obi-Wan poco después del incidente:
"Hace cinco días que murió mi Maestro y, a petición del Alto Consejo Jedi, redacto este informe sobre mis encuentros con el discípulo Sith.
El primer encuentro tuvo lugar en el planeta Tatooine. Mi Maestro, Qui-Gon Jinn y yo actuábamos como escoltas de Amidala, la reina de Naboo que se dirigía desde su planeta a Coruscant, cuando el hiperimpulsor de la nave real en la que viajábamos falló tras ser dañado por el enemigo cuando dejamos el palacio.
Aterrizamos en el desértico planeta y conseguimos reparar la nave. Qui-Gon estaba regresando a nuestra zona de aterrizaje. Venía de Mos Espa, y traía consigo a un niño sensible a la Fuerza que había descubierto allí, Anakin Skywalker.
Según me relató el propio Qui-Gon, estaban próximos a la nave real cuando una figura vestida de negro apareció de entre las dunas montado en un veloz speeder. La figura se dirigió hacia Qui-Gon, saltó de su vehículo, activó un sable de luz, y le atacó.
Mientras Qui-Gon se defendía, ordenó a Anakin que corriese hacia la nave. Yo estaba en una de las cabinas cuando el jefe de seguridad de la reina, el Capitán Panaka, entró corriendo con Anakin. Para mi fue doloroso darme cuenta de que no pude sentir ni el más leve indicio de peligro, antes de que Panaka me alertase.
A través de una de las ventanas vi a Qui-Gon luchando contra una figura oscura. Ordené al capitán que despegase y se dirigiese hacia Qui-Gon, que pudo saltar hasta la plataforma justo antes de que ascendiésemos abandonando el planeta y dejando atrás al atacante. Mi maestro estaba sin aliento, pero pudo comentarme que su oponente estaba muy bien entrenado en las artes Jedi.
Cuando Qui-Gon y yo vimos de nuevo a este enemigo, estábamos ayudando a defender Naboo del ataque del ejército droide de la Federación de Comercio. Al verlo de cerca observé que el guerrero oscuro parecía un Zabrak, sin embargo su cara estaba completamente cubierta por tatuajes de formas rojas y negras. Usaba un sable de luz doble y lo manejaba con habilidad y con una impresionante rapidez.
Justo en el momento en que percibí que la criatura era consciente de que Qui-Gon y yo podríamos ganar la contienda encontró un modo de separarme de mi Maestro. Unas puertas de energía en un pasillo de seguridad me impedían llegar hasta ellos y lo único que pude hacer es contemplar como nuestro enemigo daba un golpe letal a Qui-Gon.
Cuando la última de las puertas de energía se anuló, permití que la rabia me invadiese y cargué contra el guerrero oscuro. Quería destruirlo completamente y él usó mi rabia contra mí, nutriéndola cada vez más, hasta que obtuve una gran energía, pero quedé exhausto por culpa de los feroces movimientos de ataque que ejecutaba, perdí mi sable de luz, y pensé que sería mi final.
Fue entonces cuando vi el arma de mi Maestro, que por desgracia estaba fuera de mi alcance. Sentí las palabras de Qui- Gon en mi mente "Escucha y siente a la Fuerza viva" y la Fuerza guió mis movimientos, y pude atraer el arma de Qui-Gon y derroté con ella a su asesino.
Si nuestro adversario nos perseguía, o si su objetivo era matar a la reina, es algo que quizá nunca sepamos. No hay dudad de que se trataba de un Sith, pero, ¿era el Maestro o el aprendiz? Esta es la pregunta que realmente importa, y la que convendría resolver cuanto antes.
En previsión de otro potencial encuentro, estoy meditando profundamente sobre las enseñanzas que los Jedi han compartido conmigo desde mi más temprana instrucción: "No dejes que te derrote tu propia rabia, porque cada vez que permites que te domine, no sólo vas en contra de nuestro Código, sino que haces más fuerte a tu enemigo."
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