LIBRO 15.- YODA Y LOS MAESTROS DE ARTES MARCIALES

Sección creada por Shirokawa Akira y maquetada por el Coronel Nathan Kurtz.
Prohibida la reproducción total o parcial de todos sus contenidos sin el consentimiento de sus autores.
| Volver al Menú de Secretos Orientales |

Los Maestros de las Artes Marciales

 
"Debes olvidar lo que has aprendido" (El Maestro Yoda)

Antes de empezar a hablar sobre los maestros de artes marciales, debemos comentar que el nombre de Yoda es un nombre japonés normal y corriente (También puede encontrarse como apellido). De hecho, existe la anécdota de un sociólogo americano que no se creía que un colega japonés se llamaba Yoda. Obviamente, creía que era una broma.

Nuestro Yoda no es sociólogo, sino que es el estereotipo perfecto de los maestros de artes marciales orientales. Empecemos de nuevo en la China de los primeros monjes Shaolin, cuando las artes marciales empezaron a florecer. Allí, los monjes se convirtieron en los primeros maestros de artes marciales, cosa que era de capital importancia dentro de la orden, pues se estructuraba sobre la maestría en los artes marciales: Los grados Shaolin eran Aprendiz, Discípulo y Maesro, y ser Maestro significaba tener unos conocimientos enormes en técnicas marciales (De hecho, para pasar de un grado a otro había que pasar unos exámenes. . . de Artes Marciales).

Los templos Shaolin sirvieron además, como academias de artes marciales que enseñaban a los militares, a los cortesanos y a otras gentes, lo que permitió que esos alumnos, una vez acabada su formación, crearan sus propios estilos, diferentes a los de los monjes. Así pudieron aparecer otras escuelas de artes marciales y los maestros que preferían vivir retirados en las montañas y en los bosques, alejados de la civilización y viviendo como ermitaños. En los relatos populares chinos nos podemos encontrar con mucho frecuencia a estos últimos, seguramente por el misterio que les rodeaba.



Yoda en Dagobah: El maestro ermitaño

Estos maestros eran caracterizados como viejos ermitaños, que se solían mostrar huraños o locos ante la gente con la que se encontraban, pero que cuando se encontraban con el protagonista, acababan viendo su buen corazón y enseñándoles sus técnicas marciales secretas (Hay que tener en cuenta que el protagonista de estos relatos solía tener alguna venganza entre manos, para la cual esas técnicas marciales resultaban muy útiles), mostrando así tanto su gran inteligencia como su gran poder.

En general este esquema de relato popular ha sido muy usado en China, y todavía es la base para la mayoría de los guiones del cine y del cómic chino de artes marciales. Por otra parte, este estereotipo no nos puede ser más conocido, pues es la viva imagen de Yoda.

En Japón, como en China, este estereotipo también tiene mucha fuerza, como veremos. En el archipiélago, a las primeras técnicas marciales creadas por los Sôhei se les unieron las técnicas que llegaron posteriormente de China durante el Kamakura Jidai (1185-1333) y se fueron estructurando así las artes marciales japonesas (El Budô y el Jû-Jutsu) que se diseñaron primeramente para el uso de los Samurai.

Así se formaron las primeras Ryû, las escuelas japonesas de artes marciales, que nacieron auspiciadas por los Daimyô, los señores feudales, para entrenar a sus guerreros Samurai, o también por los templos y santuarios religiosos (budistas y sintoístas) para que sus monjes pudieran defenderse de los enemigos (Aunque no eran "monjes guerreros" como los Shaolin o los Sôhei, la mayoría de los religiosos nipones tenían cierta formación en artes marciales para poder enfrentarse con los peligros que había en un país tan inseguro como el Japón de esas épocas).

Cuando el Japón fue pacificado después de los esfuerzos de gente como Nobunaga (que ya conocemos como el destructor de los Sôhei), se inició la Edo Jidai (1600-1868) donde muchos Samurai se convirtieron en Rônin, al quedarse sin señor al que servir. Una de las ocupaciones de estos Rônin fue la de profesor de artes marciales, fundándose así muchas nuevas Ryû por todo el Imperio Japonés. De hecho, la época Edo es muy popular por los enfrentamientos entre Ryûs (o entre Maestros, si estos no tenían escuela propia) para ver quién tenía mejor estilo de lucha. Esto último nos permite entender porque en el Japón de esas épocas, por los caminos se podían encontrar Rônin y monjes, cuyas habilidades marciales eran impresionantes.



Representación de Miyamoto Musashi, un gran maestro Rônin

Así es como en la imaginación supersticiosa del Japón rural se fueron formando incontables leyendas y relatos sobre extraordinarios seres con enormes poderes y gran maestría en las artes marciales. Los Ninja (espías y asesinos profesionales), por ejemplo, se aprovecharon de toda esa imaginación, y se rodearon del halo de misterio que todavía los envuelve en Oriente y Occidente. Por otro lado, ciertos monjes ermitaños que practicaban las artes marciales dieron origen a las leyendas de los Tengû, unos demonios que vivían en los grandes bosques y que se les suponía un total conocimiento de las artes marciales (y, por lo tanto, unos inmensos poderes). Estos Tengû serían los maestros de algunos personajes (míticos o históricos) en materia de artes marciales, según los relatos populares nipones. Yoda también podría pasar por un Tengû.

En general, tanto en China como en Japón se creó la imagen del gran maestro (humano o duende) de artes marciales, que se había desvinculado del mundo establecido, y cuyas técnicas marciales eran poderosísimas. Estos maestros solamente aceptarían como discípulos a gente cuyo corazón fuera bueno, y sus motivos, puros. La rebeldía del discípulo (usualmente, un joven) se iría diluyendo al alcanzar los conocimientos de su maestro. El romanticismo que emana de estos relatos orientales todavía emociona a los chinos y a los japoneses, aunque ahora las historias ya no son relatos de los ancianos, sino del cine, la televisión y el cómic.



El maestro de Libra (Caballeros del Zodiaco) ejemplo de maestro ermitaño en el comic japonés

Las artes marciales en Oriente siempre han sido una cuestión de interacción entre maestro y alumno. El alumno solía ser el ayudante, sirviente y compañero de aventuras de su maestro. Claro está, cuando las enseñanzas se daban en un Ryû (o en su correspondiente chino), los alumnos solían vivir en él, tener pocas aventuras y tener que servir mucho. Las lecciones ocupaban poco tiempo, y el alumno tenía que hacer mucho entrenamiento propio que servía para interiorizar totalmente las "llaves" que se le iban enseñando. Recordáis aquello de "Nada más te enseñaré por hoy. Vacía tu mente de preguntas" ??? Así eran los entrenamientos en artes marciales.

El componente espiritual de las artes marciales no es necesario decir de donde sale. Decir "artes marciales" es decir "Ki" (si el lector necesita refrescarse la memoria sobre este concepto, vaya al Capítulo 10). Todos los maestros conocían este concepto y creían firmemente que gracias a su técnicas se conseguía el dominio (parcial o total) de sus poderes. La meditación y la oración eran muy importantes para conseguir la necesaria armonización con la Energía Universal, además del entrenamiento propiamente dicho. Todos los maestros practicaban activamente el Budismo, el Sintoísmo o el Taoísmo.

Y es que, dentro de las artes marciales se diferencia perfectamente lo que son las simples técnicas marciales (Jutsu, en japonés) de la vía tanto marcial como moral que eran las artes marciales (Dô, en japonés). Así se puede comprender que las técnicas marciales existentes hasta mediados del siglo pasado en Japón, se conocieran como Jû-Jûtsu, mientras que el arte marcial creado por el Ô- Sensei (gran maestro) Jigorô Kanû basándose en esas técnicas sea el Jû-Dô. El Jû-Dô bien entendido no es sólo un conjunto de técnicas marciales, sino un verdadero código moral de conducta. Precisamente porque no había término para llamar a las vías marciales y morales (Sólo existía el término Jû-Jûtsu, pero era para las técnicas, solamente, como hemos dicho), se creó la palabra Bû-Dô ("Vía del guerrero"). El AIki-Dô, el arte marcial más espiritual y más preocupado por los temas morales, se considera el máximo sucesor del Bû-Dô.

La moral que subyace a todas las artes marciales es sencilla en palabras, pero difícil en la práctica: la Defensa. Como en el caso Jedi, cuya moral es la misma ("Un Jedi utiliza la Fuerza como ciencia y para defensa,nunca para atacar"), el practicante no debe nunca atacar, sino defenderse y defender la paz y la vida. "Si se empieza a pelear, hay que ganar, pero pelear no es el objetivo. El arte marcial es el arte de la paz, y el arte de la paz es el más difícil: Vencer sin pelear", según las palabras de uno de los maestros de artes marciales del Japón de este siglo. Esto lo entendieron perfectamente los monjes Shaolin, los primeros verdaderos practicantes de las artes marciales, cuando vieron el mal uso que algunos malos monjes dieron a las técnicas marciales. Igual que la mayoría de las técnicas marciales nacieron de Shaolin, el código ético también dio sus primeros pasos después de aquella lección.

"Los grandes maestros nunca explican con palabras lo que saben, y un alumno debe llegar a su más alto grado de posibilidades por su sola intuición interior; debe actuar mucho más con el espíritu que con las manos, y presentir lo que está de acuerdo con la armonía universal de las cosas. El que se convierte en maestro capta esta armonía como una especie de música inherente a su ser. Por eso, un gran maestro no puede nunca librar un combate con sentimientos de rabia o de odio; debe estar incluso por encima del deseo de ganar o del miedo a morir, y su estado interior debe ser, pase lo que pase, como agua en calma. La espada que corta rompe la desarmonía que hay en él, y el propio maestro no ha matado a nadie, es el adversario quien se ha hendido con su espada". Estas palabras del experto francés en artes marciales, Michael Random (La estrategia de lo Invisible. Eyras, 1988), sirven de perfecto remate a este epígrafe, con permiso del siguiente apéndice.

APENDICE: MAESTROS TAOISTAS EN LA CHINA CONFUCIONISTA

Tal vez parezca curioso que tantos grandes maestros chinos, tantos de artes marciales como grandes sabios y artístas, huyeran de los nucleos urbanos chinos, donde se hallaban los centros de poder y de cultura, pero la explicación se halla en el enfrentamiento entre la doctrina confucionista y la taoísta.

En la China del s. II a. C. se hicieron una serie de movimientos dentro de la corte imperial que convirtieron al Confucionismo en la doctrina dominante dentro de lmperio a todos los niveles, y dejando al Taoísmo en una posición un tanto marginal frente a la otra. Así pues, la estructura social, cultural y religiosa china se vertebró según las ideas de Kong-Fu-Tsé (Confucio), haciendo que los sabios y artístas taoístas tuvieran que adaptarse a esta situación, o tomar una nueva vía: Como según el ideario del Taoísmo, el hombre no es el centro del mundo, sino una parte de la naturaleza que debe estar en armonía con ella, muchos taoístas decidieron cumplir con ese precepto y dejar las ciudades dominadas por los confucianos, para vivir en los bosques y las montañas.

Esto explica por qué tantos maestros de artes marciales decidieron convertirse en ermitaños, pues el ideario taoísta era la base de la filosofía de las artes marciales chinas, y fueron de los taoístas que más salieron de la ciudad.

Hay que decir que este movimiento de los taoístas consiguió que esta religión y su filosofía se mantuviera fuerte dentro del país, pues arrastró a un gran conjunto de jovenes (de ambos sexos) a seguir a estos ermitaños y convertirse en sus discipulos, creandose grupos de resistencia al Confucionismo en toda China, cuando estos discípulos volvían a su lugares de origen. Si a esto unimos el movimiento taoísta establecido (es decir, los templos taoístas y budistas Ch'an), podemos ver cómo consiguió resistir esta religión la friolera de 22 siglos en un ambiente hostil.

En Japón pudo pasar algo parecido durante el Edo-Jidai, el periodo de los Shögun Tokugawa (1603-1868), pues estos gobernantes quisieron controlar más ferreamente la sociedad nipona a través del Neo-Confucionismo, pero Japón no podía caer en un intento como el de los confucianos chinos, pues el emperador estaba cimentado sobre las doctrinas Shintô (sintoístas) y los Samurai basaban sus ideas en el Budismo Zen (que, curiosamente, era la versión japonesa del Ch'an chino, y por tanto, procedía de la unión del Budismo y el Taoísmo). Así pues, el Neo-Confucionismo tuvo mucha importancia dentro de la estructura economica y social japonesa de ese tiempo, pero no molestó a las otras doctrinas en otros campos como el religioso o el ético.

Por otro lado, para entender la existencia de los maestros ermitaños en Japón, solamente nos tenemos que acordar de las ideas naturalistas Shintô tanto como del Zen (y así, ver que los ermitaños de China y de Japón no estaban tan lejos en su filosofía).

| Volver al Menú de Secretos Orientales |
© S I T H N E T

Sección creada por Shirokawa Akira y maquetada por el Coronel Nathan Kurtz.
DISCLAIMERS: El COPYRIGHT de las imágenes es de sus correspondientes dueños y estas se usan aquí bajo la "ley de uso justo" que permite su inclusión en trabajos educativos y divulgativos sin ánimo de lucro. El COPYRIGHT de los texto es, si no se dice otra cosa, de Juan Alberto Alonso Solares y queda prohibida su reproducción total o parcial sin su autorización escrita. Los textos están registrados en:

Dep. Legal (Primera Edición): O-3585-1999
Dep. Legal (Segunda Edición): 0-4103-2000

El COPYRIGHT del universo STAR WARS y todas sus imágenes es de LUCASFILMS LTD.

Para cualquier duda, sugerencia o comentario sobre esta sección
contacta con el autor usando el e-maul ;-)