"A lo mejor no nos han visto. Tal vez solo maten a los otros dos… los Jedi ... y se vayan". (Madre Pran)
En un saliente de la montaña azotada por la tormenta de nieve, aún en estado shock, Madre Pran no entiende qué es o puede ser un Jedi, tan solo le importa saber si esos dos individuos, que responden a los nombres de Obi-Wan Kenoby y Anakin Skywalker, son "abiertos" o "cerrados" que, por lo visto, son los dos bandos enfrentados en una guerra civil en Carnelion IV; amigo o enemigo.
Kolara trata de tranquilizar a Pran, que sigue encañonando a los dos desconocidos. Anakin advierte que la situación se está tornando muy compleja y peligrosa, pero Obi-Wan emplea sus dotes de control mental con Pran, pero el ardid mental queda interrumpido cuando de la nada sale un dirigible enemigo (de los cerrados) que los cañonea sin miramientos. Madre Pran confía en que los cerrados tan solo se hayan fijado en los Jedi y las dejen a ella y a Kolara en paz, algo en lo que Kolara no confía.
Obi-Wan, al saber de Pran que los cerrados no se irán hasta que vean sus cadáveres, decide intervenir y destruye el dirigible usando su sable luz, demostrando una vez más sus amplias dotes como caballero Jedi. La aeronave cerrada es abatida y de la misma salta un tal Grecker, un enemigo muy poderoso, a quien Anakin salva de una muerte segura. La abierta y el cerrado se enfrentan con sus armas de fuego que, con el beneplácito de su maestro, Anakin destruye con su sable láser, asombrando a ambos contendientes; pero ambos están incluso dispuestos a enfrentarse con armas blancas, algo que ya colma la paciencia de Kenobi, rogando que le expliquen porqué quieren matarse mutuamente. Grecker y Pran culpan al bando contrario de haber iniciado una guerra que ha llevado al planeta a una situación de caos que ya dura varios siglos.

Anakin termina de forma expeditiva con la lucha a muerte entre Grecker y Pran
Obi-Wan ve que ahí ya nada pueden hacer él y su aprendiz; tienen otras cosas de las que preocuparse, pero Grecker al verlos marchar les espeta que los están abandonando a una muerte segura con dos opciones: quedarse allí a la intemperie y morir congelados o cruzar el mar de Celadon a pie, lo cual tampoco es que resulte ser un viaje muy placentero. Madre Pran, por mucho que le pese y reprenda a Kolara por estar de acuerdo de forma expresa con el enemigo, coincide y Kenobi se ve en la obligación de buscar una solución que pasa por reparar una nave, sirviéndose de una góndola cerrada y un globo abierto intactos, algo que parece poco menos que un sacrilegio para los combatientes enfrentados, mas no hay otra posibilidad de supervivencia.
Kolara, sintiendo curiosidad, pregunta a Anakin por la llamada de auxilio que han recibido desde Carnelion IV por parte de alguien que conoce la existencia de la orden Jedi, compartiendo con él que le sorprende semejante hecho, pues en aquel planeta hace generaciones que se perdió la capacidad tecnológica para emitir mensajes al exterior; momento éste en el que Grecker y madre Pran cruzan, digamos, una mirada cómplice
La construcción de la aeronave urge pero los trabajos queden interrumpidos por la llegada de unos invitados muy desagradables que Grecker identifica como sanguijuelas de cadáveres. Estos entes que, en apariencia, recuerdan un poco a insectos antropomorfos, carecen de conciencia y tan solo se ven compelidos por su instinto animal. Son criaturas por las que fluye la Fuerza con intensidad y pueden ser dominadas fácilmente por medio de las artes mentales Jedi, según le informa Obi-Wan a Anakin, pero éste último es incapaz de frenar el avance de las sanguijuelas, terminando con el problema por la vía expeditiva del uso del sable de luz.

Obi-Wan domina las mentes de las sanguijuelas, por las que fluye con intensidad la Fuerza.
Este suceso nos lleva de vuelta al templo Jedi de Coruscant, a una clase fallida de Anakin por controlar a una bestia por medio de la Fuerza. El joven padawan se siente frustrado, pero decidido a aprender; y su maestro, lejos de censurar su fracaso, le anima, pues para eso se estudia y ha de ser paciente: cualquier día dominará esa habilidad que tanto se le resiste, pero ahora le toca acudir a una cita con el canciller Palpatine.
Anakin y Obi-Wan acuden a las dependencias del canciller, dispuestos para lo que mande. Palpatine tiene una misión, pero tan solo quiere que le acompañe el padawan, adoptando de nuevo un cierto aire paternalista con el joven Skywalker.
Palpatine se lleva a Anakin al nivel 2685 del subsuelo de Coruscant. Debidamente embozados, ambos pasean por entre la sucia luminosidad de los neones y la ruidosa amalgama informe de culturas y razas del planeta-capital. El padawan pide a Palpatine que le explique la razón de aquella visita a los niveles inferiores y éste le contesta que el recurso más apreciado de Coruscant es el cielo y que el sol, en aquellos lugares, es un mito. Palpatine se presenta como una luz en medio de aquella oscuridad y desorden, echándole en cara a su predecesor, Valorum, que considerara aquellos niveles como inexistentes y sin interés; lugares donde se aún podía hacer algo bueno; siendo que el flashback termina con el canciller y el padawan accediendo a un club.
De vuelta a Carnelion IV, sobre sus cielos nubosos, un dirigible sobrevuela el mar de Celadon gracias a las buenas artes como mecánico de Anakin. En la góndola, apartados de los demás, maestro y padawan discuten acerca del sorprendente cambio de actitud de madre Pran y Grecker en cuanto han conocido la razón de su presencia en el planeta, dejando de lado las ganas de sacarse los ojos y las tripas. Anakin comenta que "son como nosotros", refiriéndose a los abiertos y cerrados, a lo que Obi-Wan contesta que ellos, maestro y aprendiz, se enzarzan en discusiones, pero que no son equiparables, a lo que Anakin repone que se refiere a los Jedi y los Sith.
Kenobi, entendiendo el símil expuesto por Anakin, reposa la vista en el exterior, al otro lado de la ventanilla, confiando en sus habilidades y la Fuerza, sintiéndose por primera vez a salvo, mas unos metros por debajo de la góndola, un ejército de criaturas más conscientes y agresivas que las sanguijuelas de cadáveres se están agrupando, muy interesadas por el paso del dirigible.

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Esta sección está coordinada por Nassira A. Dors y el Coronel Kurtz y es posible gracias a la
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