A algunos kilómetros de San Francisco, pero como si fuese una isla separada del resto del mundo, el Skywalker Ranch es la capital del imperio Lucas.Tuvimos el privilegio -rarísimo- de pasar allí algunos días. Visita guiada.
Naturalmente, no pudimos evitar sonreir cuando vimos el cartel en la autopista: Lucas
Valley, next exit... Parece sin embargo que eso fue una coincidencia y que incluso le hizo
dudar de instalarse aquí. De cualquier modo, el valle ya existía y tenía ya su nombre mucho
antes de que George Lucas viniese aquí, a finales de los 70 para comprar 700 hectáreas de
terreno (actualmente tiene 1900) y crear el más sorprendente de los complejos creativos
dedicados al cine: The Skywalker Ranch, llamado así, claro por el héroe de La
guerra de las galaxias.
Cuando se sale de la autopista, se entra en otro mundo. Olvidadas las filas ininterrumpidas de
coches, olvidado incluso el Golden Gate, el legendario puente de San Francisco, que se
encuentra a pocos kilómetros de allí, y que tuvimos que tomar para llegar hasta aquí. Ya no hay
más que colinas y valles, bosques y pastos. No hay nada más que orden, calma y verdor. El campo
eterno. Incluso si al pasar una curva vemos la cabeza de una llama por debajo de un cercado, y
no una vaca. América siempre nos sorprenderá... Exactamente a trece kilómetros en el interior
del Lucas Valley, llegamos a la entrada del Rancho. No hay ningún signo distintivo. Ni siquiera
nombre. Simplemente una barrera. Y un interfono con una pantalla y una cámara de vigilancia.
Una vez que se ha franqueado la barrera, la impresión es todavía más fuerte. Una pequeña
carretera que serpentea entre los prados por donde pasan rebaños y por donde galopan caballos,
colinas, un lago, bichos y pavos salvajes junto al camino, pájaros en el cielo, granjas y casas
de madera que parecen sacadas de un libro de cuentos, pero que se encuentran perfectamente en
el paisaje. Un paraíso de ensueño...
Este lugar en el fin del mundo no es, sin embargo, un lugar de veraneo. Es un lugar de
trabajo. Fue a raiz del éxito de La guerra de las galaxias, en septiembre del 78, cuando
George Lucas decidió instalar en este valle del condado de Marin la capital de su imperio.
"Siempre he sido un arquitecto frustrado -dice- y me gusta construir cosas. El rancho nació de
este deseo. Y también de la voluntad de crear un lugar de trabajo ideal que muestra cómo, en mi
opinión, deberían poder trabajar los creadores." Los trabajos de construcción comenzaron a
principios de los 80. Y en los cimientos de la casa principal, una imponente mansión victoriana
de madera, con ventanas de artesón y un apacible mirador, Lucas colocó algunas piezas de
colección de La guerra de las galaxias, confirmando que la película se estaba haciendo
bien.
De todas las personas de esta generación marcada por el sueño comunitario de Woodstock,
Lucas es finalmente uno de los pocos en haber llevado su proyecto hasta el final. No solamente
ha instalado aquí sus oficinas de producción, donde prepara sus películas (así como su sociedad
de programas educativos, y concernientes al resto, los servicios de contabilidad y
administrativos), sino que también ha creado un remanso de paz, propicio para la reflexión y la
creación, destinado a los otros cineastas, y dotado naturalmente de los mejores equipamientos
técnicos. Jodie Foster ha venido aquí a trabajar; Robert Redford hizo la mezcla de sonido de
El hombre que susurraba a los caballos; Francis Coppola compró la máquina de cappuccinos
de la cafetería durante el montaje de Tucker; Spielberg y Ron Howard vienen aquí
regularmente. ¡Y la primera persona con la que nos encontramos saliendo del parking
(subterraneo para que ningún coche estorbe el paisaje) fué Brian de Palma! El edificio técnico,
que alberga también una magnífica sala de proyección estilo Art nouveau, es uno de los pocos edificios
en ladrillo. Lucas quiso que se pareciese a una bodega. Incluso se plantó delante un pequeño
viñedo. Las uvas se envían a Coppola quien, en su rancho de Napa Valley se ocupa de la
vinificación de esta cosecha especial Skywalker.
Aquí nada se deja al azar. Lucas concibió todo él mismo. Desde el plano general del rancho
hasta la decoración de cada una de las quince habitaciones del albergue que acoge a los
visitantes y que tienen nombres que dicen mucho de las admiraciones de Lucas: Kurosawa,
Gershwin, Frank Lloyd Wright, Truffaut, John Ford, Ansel Adams... Cada habitación, además, está
decorada en función del nombre que tiene.
Estuvimos en el apartamento Dorothea Lange, célebre fotógrafa de los años 30-40. Había en la
pared una copia firmada de su fotografía más famosa, así como originales de otras
fotografías ¡y, sobre la mesa del salón, una docena de libros sobre fotografía americana! Camas
con grabados en cobre, mirador, sillones reclinables, chimenea grande, parquet de madera,
armarios de puertas correderas (cada uno ocultando televisor, video, laser disc...) Aquí nos
encontramos fuera del tiempo. Exactamente igual que en la casa principal que domina el pequeño
lago Ewok y que alberga especialmente la oficina de Lucas y el departamento artístico. Todo
allí es de estilo Art nouveau, como en una vieja cervecería parisina. Allí se encuentra la
magnífica cúpula de cristal que cubre la biblioteca.
Siendo un urbanista avispado, George Lucas ha pensado en todo. No solamente hay una
biblioteca que contiene alrededor de 20.000 volúmenes, impresionante por su calma y belleza,
sino que también hay un centro de puesta en forma, una piscina, un campo de beisbol, una
brigada de bomberos, cuyos brillantes camiones parecen sacados de los dibujos animados,
bicicletas a disposición de todos, que tomamos y dejamos junto al camino, una huerta y cuatro
restaurantes donde uno se cruza con toda naturalidad con el señor del lugar vestido con su
tradicional camisa de cuadros de leñador canadiense.
El reino de Lucas no se limita a este valle de alegría. Antes de tomar el desvío de Lucas
Valley, al otro lado de la autopista, en un barrio donde se mezclan oficinas, centros
comerciales y garages, están los locales de la ILM (Industrial Light and Magic), el laboratorio
de efectos especiales de Lucas, creado para La guerra de las galaxias y que se ha convertido,
desde entonces, tal y como testimonian sus 14 Oscars, el indudable partenaire de todos los
films con efectos especiales de Hollywood, desde Jurassic Park a La Momia y
Wild Wild West, pasando por Terminator 2 y Titanic. Y a quien, claro, se
debe la sorprendente riqueza visual del nuevo episodio de Star Wars, La amenaza fantasma.
Pequeñas oficinas que tienen el mismo aspecto que las de una compañía de seguros, y que incluso
ni siquiera sobre la puerta aparecen las siglas ILM. ¿Deseo de anonimato? ¿Modestia del
artesano? ¿Paranoia? Todo a la vez. Ya que si tenemos al mago visionario y carpintero
meticuloso que es George Lucas, también está el conquistador rebelde y el aventurero rencoroso.
Nunca ha olvidado la ofensa que le hizo sufrir Hollywood al comienzo de su carrera. Nunca ha
olvidado que el final cut (derecho al montaje final) le fue negado en "THX 1138" y en
American Graffiti, ni que dos estudios rechazaron producir La guerra de las galaxias,
ni que la Fox, después de haber aceptado, le hizo la vida imposible durante todo el rodaje.
Lucas decidió pasar de Hollywood. Mejor, hacer como si no existiera. Y cuando uno se encuentra
en pleno corazón del Skywalker Ranch, efectivamente sentimos que Hollywood está lejos, muy
lejos. En otra galaxia muy, muy lejana.
[ FX y otros ]
© S I T H N E T
Reportaje "La Amenaza Fantasma" de la revista francesa Studio Magazine,nº146 (Junio de 1999)
Traducción de Lord Esuurd y maquetación de Jako.
Prohibida su reproducción total o parcial sin el consentimiento del autor

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