TRIBUTO A SIR ALEC GUINNESS

Biografía recopilada por: LadyMon del Sith
Agradecimientos: A Shirokawa Akira por su ayuda y al Coronel Kurtz por la maquetación
Prohibida la reproducción total o parcial sin el consentimiento de sus autores.

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llama Sir Alec Guiness - Obi llama

In Memoriam... 1914-2000
Descanse en paz Sir Alec, Obi-Wan..

"Todo debe ser hecho con el interior, no confíes únicamente en una nariz o una barba postiza"
[ Sir Alec Guiness ]

DATOS BIOGRÁFICOS

 

"Nací en medio de la confusión y viví completamente inmerso en ella durante años. Tuve tres apellidos diferentes hasta los 14 años y me hospede en 30 hoteles, albergues y pisos distintos, de los que mi madre y yo nos íbamos sigilosamente dejando una estela de cuentas sin pagar".

Aunque parezca el inicio de una triste novela de Dickens, de esas que llevara a la pantalla a principios de su carrera cinematográfica, se trata en realidad del arranque de las irónicas memorias de Alec Guinness.

Nació en el londinense barrio de Marylebone, el 2 de abril de 1914. El pequeño Alec no conoció a su padre, ni siquiera supo con precisión quien era éste hasta que uno de sus biógrafos, John Russell Taylor, lo desveló en una biografía cuando el actor estaba a punto de cumplir 80 años. Su nacimiento, en palabras de Guinness, estuvo relacionado directamente con "un descuido" sucedido durante la Cowes Week, una fiesta muy elegante y el padre, muy posiblemente, fue Andrew Geddes, director general del Anglo-South American Bank. La costumbre de la época era que un amigo, en este caso un miembro de los poderosos cerveceros de Dublín, cediera amable y desinteresadamente su apellido al niño.

Se educó en PEMBROKE LODGE y ROBOROUGH, EASTBOURNE, pero a pesar de sus ambiciones como actor, se unió a una firma de publicidad como copista a los 18 años para costear sus estudios en el estudio FAY COMPTON de arte dramático.

Caracterizado como rey Carlos I en Cromwell

Sir John Gielgud, para los ingleses el mejor intérprete shakesperiano de la segunda mitad del siglo XX, fue uno de los primeros en fijarse en el formidable talento de Guinness. "En 1934 formé parte de un jurado que premiaba la mejor interpretación de fin de curso del Fay Compton School. Tuve que irme antes de la entrega del galardón porque tenía una representación, así que no pude saludar al vencedor. Pero sí recuerdo cuánto me impresionó aquel chaval con una cara triste y unas inmensas orejas. Semanas después vino a verme al camerino y, muerto de vergüenza, no quiso aceptarme una pocas libras. Cuatro años después le contraté para mi temporada en el Queen's Theatre. Y hasta ahora. Alec no es un hombre fácil, pero estoy encantado de haber contribuido en algo a su carrera". Gielgud, diez años mayor que Alec Guinness, falleció el pasado 20 de mayo.

Alec Guinness

Su debut teatral se produjo en la obra 'Queen cargo', en la que interpretó a tres personajes diferentes: un cocinero chino, un pirata francés y un marinero inglés.

De 1934 a 1936 trabajó en la compañía teatral de su amigo Sir John Gielgud. De allí marchó al famoso Old Vic Theatre de Londres, donde destacaron sus interpretaciones en 'Cyrano de Bergerac', 'Ricardo III', 'El alquimista' y 'El rey Lear'.

La segunda guerra mundial partió en dos su incipiente carrera, en 1941 se enroló en la Royal Navy como marinero, aunque Guinness también se hizo notar en el frente: fue el primer soldado que pisó tierras sicilianas con la Marina Real británica.

Ocho Condenas de Muerte

Aparte de un pequeño papel en una película llamada 'Eversong (1934)', su carrera no comenzó a funcionar hasta después de la II Guerra Mundial, a partir de los papeles llegaron con rapidez y en cantidad. Un papel principal en 'Cadenas Rotas (1946)' y 'Oliver Twist (1948)', bajo la dirección de David Lean, así como una larga lista de películas, la mayoría de ellas comedias, que demostraron su capacidad para interpretar diferentes papeles. Memorable fue su interpretación que hizo en 'Ocho Sentencias de Muerte (1949)' donde representó ocho personajes diferentes, incluido el de una mujer. A estas películas le siguieron otras comedias como 'Oro en Barras (1951)', 'El Hombre Vestido de Blanco (1951)' y 'El Quinteto de la Muerte (1955)'.

Llegó a Hollywood en el otoño de 1955 para rodar 'El cisne' de Charles Vidor, junto a Grace Kelly y Louis Jourdan, iniciándose así una carrera imparable hacia el éxito.

Entonces llegó su interpretación ganadora del Oscar en 'El Puente Sobre el Río Kwai (1959)' y, para poner el broche, su nombramiento como caballero, en ese mismo año. Anteriormente, en 1955, le habían concedido la Comander of the Order of the British Empire.

Alec Guinness en En puente sobre el rio Kwail

El ya Sir Alec Guinness prosiguió trabajando en películas que consolidaron su estatus como unos de los principales actores británicos. Entre ellas 'Lawrence de Arabia (1962)', 'La Caída del Imperio Romano (1965)', 'Doctor Zivago (1966)', 'Hitler, Los Ultimos Diez Días (1973).

A sus 60 años, la saga de Star Wars (1977-1983) le hizo ganar una fortuna cuando interpretó a Obi Wan Kenobi, un caballero Jedi, gracias a su porcentaje en los beneficios (2,5%).

Su carrera dio otro paso adelante cuando interpretó al personaje George Smiley de John Le Carré en la serie de televisión 'El Topo'.

Oscar HonorarioProtagonizó la versión cinematográfica de la novela "A Passage to India' escrita por E.M. Forster. Y volvió a aparecer en una obra de Shakespeare después de 20 años, interpretando a Shylock en "El Mercader de Venecia', en Chichester (Inglaterra).

Recientemente había aparecido en el telefilme americano "Eskimo Day" (1996), interpretando el papel de James.

En 1980, Sir Alec fue galardonado con un Oscar Honorario "por hacer avanzar el arte de la interpretación cinematográfica a través de un gran número de interpretaciones memorables".

De él se ha dicho: "Expresa más cosas Alec Guinness levantando un labio que cualquier actor gritando como un loco".

Pero su considerable fama le dejaba impasible.

"Solamente puedes ser tú mismo", dijo en una ocasión, "y estoy feliz por ser actor. Si intentara pavonearme, no sabría cómo comportarme. Si intentara ser una superestrella, me convertiría en un hazmerreír".

Le molestaba hablar de su trabajo como actor. "La representación, afirmaba, es el resultado de mucha práctica, mucho trabajo artesanal y un poquito de misterio".

Entre el cine y el teatro, prefería el teatro. "Odio trabajar en el cine a las siete de la mañana como ocurre con frecuencia. Es la hora del desayuno". Pero le hizo famoso una película 'El Puente sobre el Río Kwai', y sobre su personaje en esa película comentó: "No podía tomarme en serio el papel del coronel Nicholson, me parecía la caricatura de un oficial inglés, de modo que hice de él un hombre de tipo medio, digno, correcto y aburridísimo".

Alec Guinness en En puente sobre el rio Kwail

Se dice que odiaba a muerte Star Wars, ("aborrezco cada vez que alguien me menciona Star Wars".) la película que, curiosamente, le permitió vivir holgadamente los últimos años de su vida. Guinness comentó que la muerte de Obi Wan en el Episodio IV fue idea suya para no tener que estar demasiado involucrado en la película. También dijo que todas las cartas que recibió a raíz de su participación en Star Wars las tiraba a la basura sin abrirlas.

Sobre el modo en que convenció a George Lucas para 'matar' a Obi Wan dijo: "Estuvo de acuerdo conmigo. Lo que no le dije fue que estaba harto de tener que decir toda esa cantidad de tonterías y de palabras banales.".

Sir Alec GuinnessLa vida privada de Sir Alec era muy importante para él y un misterio para los demás. Peter Ustinov dijo de él "es el gran poeta del anonimato.".

Es muy probable que su oscuro y desconocido origen marcaran su personalidad como actor y como hombre.

Con un rostro anónimo, un apellido prestado y una timidez legendaria, ("Uno se hace actor para escapar de sí mismo" , manifestó en una de sus contadas declaraciones a la prensa), Alec Guinness hizo del disfraz y el transformismo, su escudo contra el mundo y su principal rasgo interpretativo: el arte de emboscarse bajo mil apariencias distintas. Cuando el ego de los otros actores era abonado por el reconocimiento y la persecución de sus fans, él disfrutaba pasando desapercibido por las calles de las principales ciudades del mundo.

No le gustaban las lisonjas (en una ocasión se le dijo que él era el actor británico por excelencia a lo que contestó: "Pues yo creía que ese título le estaba reservado para David Niven...") y desconfiaban de todos aquellos que le comparaban a los grandes actores británicos del siglo, Lawrence Olivier, John Gielgud, Ralph Richardson, con quienes, por otra parte, podía medirse de igual a igual.

Significativamente sus memorias se titularon originalmente "La Bendición del Disfraz" (En España se publicaron en 1986).

En ellas Guinness define su profesión y desvela aspectos de su personalidad en el prólogo:"Un actor es un intérprete de las palabras de otros hombres, a menudo un alma que desea desvelarse al mundo pero no se atreve, un artesano, un saco de trucos, una bolsa de vanidad, un observador distante de la humanidad...".

Portada de la biografía de Sir Alec

La portada de sus memorias.

El autor de su biografía Anthony Burgess escribió una crítica admirado por la humildad del actor: "Si se busca modestia, se debe acudir a los grandes artistas. Los artistas menores se entusiasman con su propio ego, que es un sustitutivo del talento, y los críticos, artistas frustrados, pueden convertirse en monstruos de la autoestima. Sir Alec Guinness es un gran artista y es propio de él que comience sus memorias así: 'Entra Ego a escena seguido por demonios. Mutis Ego".

Estaba casado con la dramaturga Merula Salaman, a quien conoció trabajando en una obra de teatro. Tuvieron un hijo al que llamaron Matthew que también es actor.

Sin embargo, una de sus más importantes transformaciones no tuvo que ver con su rostro sino con su espíritu. Guinness se convirtió al catolicismo después de que su único hijo superara sorprendentemente un ataque de polio que le había postrado en una silla de ruedas cuando tenía 11 años. Desde entonces. replicaba con pudorosa rudeza a todo periodista que se atreviera a preguntarle por su nueva fe y por los milagros de los que, presumiblemente, había sido testigo.

Sir Alec y familia

No podemos dejar pasar, llegado este momento en el cual hablamos de la espiritualidad de Sir Alec Guinness, comentar la conocida anécdota, por llamarlo de alguna manera, que protagonizó con James Dean. Así lo contaba en su biografía:

" En otoño de 1955, fui a Los Angeles para hacer mi primera película en Hollywood, ''El Cisne'', con Grace Kelly y Louis Jordan. Llegué agotado tras un vuelo de seis horas desde Copenhague. Thelma Moss, que había escrito el guión de 'Padre Brown', había querido invitandome a cenar en mi primera noche en Los Angeles.

Fuimos a tres restaurantes de gran prestigio y en todos nos negaron la entrada porque Thelma llevaba pantalones -¡queda lejos aquello!-, así que nos decidimos por un pequeño restaurante italiano en el que mi acompañante estaba segura de ser bien recibida. Cuando llegamos allí, después de un largo trayecto, ya no quedaban mesas libres. Al salir, desanimado, dije:

- 'Dónde y el qué comamos me es totalmente indiferente pero, ¡comamos algo en algún sitio!'

Oí algo parecido a una respiración sofocada que estaba detrás de nosotros. Cuando me volví, me topé con la cara de un joven rubio que llevaba una camiseta y pantalones vaqueros.

'¿Quieren una mesa?', nos preguntó. 'Vengan a la mía. Me llamo James Dean'.

Le seguimos llenos de gratitud, pero antes de entrar en el restaurante él se dirigió al aparcamiento mientras nos decía:

- 'Me gustaría mostrarles algo'.

Entre los coches se encontraba una enorme máquina brillante, plateada, envuelta en celofán y con un gran lazo.

- 'Me lo acaban de entregar', afirmó Dean con orgullo. 'Todavía no lo he conducido'.

A pesar del gran ramo de claveles rojos que estaba encima del capó, ese deportivo me pareció siniestro.

- '¿Qué velocidad coge?, pregunté.

- 'Unos 240', respondió.

Agotado y hambriento, me encontraba un poco de mal humor a pesar de la gentileza de mi interlocutor y me escuché decir, con una voz que no reconocí como la mía:

- 'Os rogaría que nunca montarais en este coche'.

Miré mi reloj.

- 'Son las diez de la noche, viernes 23 de septiembre de 1955. Si se monta en este coche, morirá a esta misma hora la semana que viene'.

El se echó a reír..

- '¿Qué tontería es esa?', dijo, 'No sea tan desagradable'.

Rogué a mi interlocutor que me perdonara mientras trataba de explicarle que la dureza de mis palabras eran consecuencia de la falta de sueño y del hambre. Thelma y yo le acompañamos a su mesa y él se comprobó como un anfitrión muy agradable y generoso, que bromeaba sobre Lee Strassberg y el Actor Studio. Nos separamos una hora más tarde con sonrisas forzadas y sin hacer la más mínima alusión al tema del coche.

Thelma se sintió aliviada pero también impresionada. Yo, en el fondo, me sentía fatal. A las seis del viernes siguiente James Dean fue encontrado muerto. Falleció en un accidente cuando conducía ese coche."

Cuando recibió de manos de la reina Isabel el título de Sir por su "contribución al desarrollo del teatro británico" dijo con desarmante sencillez: "Antes les daban los títulos a los guerreros por sus heroicidades en el campo de batalla. Ahora se los dan a los actores por sus luchas diarias en los escenarios". Nunca hubo un aristócrata con menos ínfulas.

Alec Guinness era un buen conocedor de España, porque la visitaba en vacaciones y había rodado en este país 'Doctor Zhivago' y 'Monseñor Quijote'.

Doctor Zhivago La muerte le llegó el 2 de agosto de 2000 en el hospital Rey Eduardo VII de Midhurst donde fue ingresado dos días antes. Llevaba tiempo luchando contra un cáncer de hígado que mantuvo en secreto tanto a amigos como a admiradores.

John Mills, superviviente de la extraordinaria generación de nobles artistas dramáticos ingleses, ni tan siquiera sabía que estaba enfermo. "Alec era un hombre muy tímido y no me sorprende que haya desaparecido silenciosamente. Ante todo, era un gran actor, pero también era retraído, humilde y encantador. Tuve suerte de conocerle a fondo, éramos grandes amigos".

A su funeral, por expreso deseo del propio Guinness, solo acudieron familiares y amigos muy íntimos.

Protegió su intimidad hasta el final.

Su idea del Cielo era "sentarse en una terraza una tarde de verano, disfrutando una bebida con uno o dos buenos amigos, mientras escuchas el silencio".

Desde ese Cielo tan merecido habrá sido testigo de las numerosas muestras de dolor que en todo el mundo ha provocado su desaparición.

Hemos querido recojer en este tributo los homenajes escritos que han ido apareciendo en diferentes medios de comunicación.


LOS HOMENAJES

 

GEORGE LUCAS

George Lucas'El ha sido uno de los más talentosos y respetados actores de su generación y alcanzó una increíble versatilidad en su trabajo. Cuando estaba buscando un actor que pudiera interpretar a Obi Wan Kenobi buscaba a un actor que pudiera imprimir cierta personalidad al personaje y que fuera poderoso pero amable, y eso llegó a través de Alec como persona y como actor.

Sir Alec era una persona amable, modesta y muy religiosa'

TERENCI MOIX

'Sir Alec Guinness fue el actor clásico inglés que mayor fama internacional obtuvo a través del cine. Me refiero al conocimiento de las multitudes, por supuesto. Y es que mientras todo el mundo recuerda la perra que le cogió por aquel dichoso puente sobre el río Kwai, o los ocho papeles de Kind Hearts and Coronets, pocos espectadores que no sean adictos al West End londinense -es decir, la mayor parte de la humana especie- conocen a primeras figuras como Pamela Brown, Paul Scofield o Edith Evans (la mejor Lady Bracknell que la madre Oscar pudo imaginar). Si Alec encontró un vitalicio a partir de 1948, con la memorable versión de David Lean de Oliver Twist, aquél culmina con La guerra de las galaxias, donde interpretaba el papel de Obi-Wan Kenobi.

Lawrence de Arabia (1962) Cuenta el anecdotario del cine que para aparecer en la saga de Lucas, cobró sir Alec Guinness un punto de participación en los beneficios, y como éstos fueron apoteósicos quedó convertido en un Creso para el resto de sus días. No sé si para un papel tan tonto era necesario un actor tan grande. Pero que el Obi-Wan fue un vitalicio, eso va a misa, aunque sea anglicana. Con películas más valiosas debió de ganar muchos menos doblones el sir difunto. Dios le tenga en sus galaxias.

Particularmente, mi devoción por Guinness parte de dos papeles situados más a ras de tierra: su memorable Marco Aurelio en esta obra maestra incomprendida que es La caída del imperio romano -la madre de todos los Gladiators- y, especialmente, el papel del príncipe Faisal en Lawrence de Arabia , madre definitiva de todas las películas de desierto con loca sadomaso incluida. Se dirá que en la carrera de Sir Alec hubo papeles de mucho mayor lucimiento -a veces hasta excesivo-, pero lo que me apasiona de las dos interpretaciones citadas es el extraordinario mimo con que el intérprete trata un elemento -es decir, un don-, poco cuidado a veces en las películas: el idioma, en este caso el inglés, con todas sus riquezas.

Durante años estuve utilizando esas películas para perfeccionar mi acento inglés, lo cual quería decir alejarme lo máximo del norteamericano, o lo que se hable en aquellas lejanas junglas. Utilicé también con profusión unas cassettes de gran utilidad en los años setenta, cuando aún no existía el vídeo: grandes piezas de la literatura interpretadas por las primeras figuras de la escena inglesa. Podía pasar de Dylan Thomas leído por Richard Burton a Próspero recitado por Gielgud. Y entre muchas auténticas perlas, en la voz de la sublime Claire Bloom, a la mejor Julieta del siglo. Curiosamente, me defraudó el Macbeth de sir Alec: por una rara ocasión, esa voz prodigiosa carecía de presencia, a la interpretación le faltaba autoridad y se perdía todo el clima maligno de la obra ("una obra que huele a azufre por los cuatro costados", me dijo un día Peter O'Toole). Pese a todo destacaba, como siempre, el exquisito cuidado del idioma, el gusto por los malabarismos en el ritmo, la magia en las flexiones. Nada de lo que me había enseñado el cine de los sábados. Y es que, seamos sinceros, entre el inglés de Alec Guinness y los escupitajos de Bogart existe la diferencia que va de la cultura a la barbarie.

Claro que el gran cine siempre gastó bromas muy pesadas. Guinness tenía el idioma y Bogart la magia. Es como Marilyn: nunca podría interpretar a Porcia, pero me pregunto si le hacía puñetera falta siendo como fue una Lorelei Lee tan divina.

El País. 8 de agosto de 2000.

ÁNGEL FERNÁNDEZ-SANTOS

'A los ingleses les han mordido ayer de manera irreparable en la memoria, que para ellos no es memoria-museo sino memoria de vida, de su teatro. Cuando un coloso de la escena cambia de camerino y traslada sus bártulos ante los espejos iluminados de la otra orilla, deja detrás de sí un vacío hondísimo, un hueco irrellenable, y algo imposible de reemplazar se desvanece bruscamente con la desaparición de gente como Alec Guinness.

Es difícil aquí, en latitudes cordiales menos envenenadas que la inglesa por la pasión del teatro, decir con precisión qué se nos muere con la muerte de Alec Guinness. No tuvimos la suerte de verle jugar un martes a ser el severo Gloster, un jueves a ser el desatado bufón y un sábado a ser el mismísimo vendaval del rey loco Lear. Cuentan que ésta su legendaria triangulación de la cumbre trágica de Shakespeare, que osó llevar al límite en sus años de estrella de la Royal Shakespeare Company, fue una de las hazañas mayores del teatro inglés de este tiempo, desde ayer un tiempo tocado del ala, que pierde capacidad de vuelo y se acaba como se fue acabando el otro día con la caída en dominó de otros gigantes de la escena -tan diferentes y tan complementarios de Alec Guinness- como Vittorio Gassman, John Gielgud y Walter Matthau. Lo que enmudece cuando cierra la boca un hombre de teatro como Alec Guinness y sus citados colegas nadie lo dijo mejor que un hombre de cine poco amigo del teatro, Clint Eastwood: "Cuando se calla para siempre un hombre no sólo se calla lo que dijo sino lo que dejó de decir".

Oliver Twist (1948) Alec Guinness y los tres eminentes teatreros que se le adelantaron a morir en este verano asesino fueron generosos, deferentes con nosotros, quienes les hemos sobrevivido, pues nos legaron la posibilidad de disfrutar de la pureza de su talento sin obligarnos a hacer cola en la taquilla de un teatro, ni después tener que guardar su imagen como un tesoro encerrado en el estrecho recuerdo de haberlo visto en soledad, sin compartirlo. Eran también gente de cine y fijaron su gesto teatral para que sus contemporáneos pudiésemos vivirlo conjuntamente. Si la plenitud teatral de Matthau la disfrutamos en En bandeja de plata, la de Gassman en La familia y la de Gielgud en Providence, la de Alec Guinness se nos ofreció en el vendaval cómico de El quinteto de la muerte, dirigido por Alexander MacKendrick, y en el terremoto trágico de El puente sobre el río Kwai, dirigido por David Lean. Bastan estas dos legendarias películas para que casi todo quede dicho, por no decir esculpido, acerca de quién fue y qué aportó al cine universal este sutil, inteligente e inmenso hombre de teatro británico.

Podía componer un personaje desmedido, barroco, sobrecargado, desmadrado, aplicando con arrolladora abundancia los recursos de la sobreactuación, y bordar con exactitud las turbulencias de Un genio anda suelto. Y, por el contrario, podía sujetar los derrames de su expresividad, reducir al mínimo su economía gestual, convertirse casi en un hombre pared, y bordar Oro en barras o El cisne o El hombre vestido de blanco o darnos la seca sacudida emocional que logró con su interpretación del personaje de John LeCarré en la versión televisiva de El hombre de Smiley.

Podía Alec Guinness mover montañas con un pequeño esfuerzo verbal o gestual e incluso darnos un bofetón entre ojo y ojo con un matiz sumergido, casi invisible. Dominaba la contención, era prodigioso a la hora de dar elocuencia a los silencios y de convertir en voz el arte de escuchar. Se movía como nadie en la media tinta, pero cuando llegaba la hora de extralimitarse, muy pocos o quizá nadie era capaz de llegar tan lejos como él llegó. Su parodia del asesino sonriente de El quinteto de la muerte y su desbordada composición del pintor indigente de Un genio anda suelto, lo muestran como un actor histrión en permanente estado de trance, febril, casi sobrado de recursos, pero que, sin hacer ascos a ninguno de ellos, logra una especie de mágica y elegante geometría de la exageración, de mesura de lo desmedido. Porque cuando inesperadamente el pasmarote Alec Guinness de pronto estallaba ante una cámara, ni un regimiento de gesticuladores podía hacerle sombra.

El País. 8 de agosto de 2000'.

ÁLEX DE LA IGLESIA

'Ha muerto Alec Guinness, amigos. Ya sólo queda su sombra, su espada láser rodando sobre el pavimento de los oscuros corredores de la Estrella de la Muerte. La verdad es que yo siempre preferí el Reverso Oscuro. A mí el rollo de la Fuerza me iba bastante, pero el que realmente removía mis más bajos instintos de poder y venganza adolescentes era el gran Darth Vader, no el bueno de Obi-Wan. Por eso pienso que no soy yo el más indicado para escribir estas líneas. De hecho he de reconocer que uno de los grandes momentos de La guerra de las galaxias es la muerte de Obi-Wan, en manos del perverso y negrísimo Vader, a mitad de la película. Qué oscuro placer, qué gozoso recochineo ver triunfar de manera tan descarada al malo, al maravilloso villano. ¡Qué asombro, qué locura! Sí, sé que debo hablar de Obi-Wan, de la fuerza, del buen rollo, de los héroes.

The LadyKillersPero es precisamente esta confrontación exquisita lo que hizo inolvidable al personaje de Alec Guinness. Su barba blanca, sus túnicas lacias y raídas nos remiten en una primera lectura a Merlín, el gran mago, compañero fiel de Arturo. Pero no nos engañemos. La inspiración directa de Lucas no es el ciclo artúrico ni los caballeros de la Tabla Redonda. No. La guerra de las galaxias encuentra su fundamento en las lecturas universitarias de Lucas: El señor de los anillos. Obi-Wan Kenobi es Gandalf, Sauron es Darth Vader, y los caballeros Jedi, como la Comunidad del Anillo, buscan desesperadamente recuperar el Orden Antiguo, frente al caos que supone la reciente dictadura del Emperador. Guinness es, de alguna manera, el último caballero Jedi, el defensor de una religión ancestral, el baluarte de Occidente, frente a las despóticas maquinaciones de Lord Vader, su discípulo traidor.

Guiness es elegante, transigente con los errores de la juventud que le acompaña, implacable frente a la ignorancia y la brutalidad del Imperio, amable y dulcemente cínico con sus compañeros de viaje. Todo eso lo bordaba Guinness. El joven Skywalker y el bravo Han Solo encuentran su perfil perfectamente dibujado en las réplicas de Obi-Wan. Qué triste es ver al pobre Liam Neeson, intentando estar a su altura. ¡Qué ñoño y previsible es todo en esta desafortunada cuarta parte! ¡Y qué pazguata es la juventud de Obi-Wan Kenobi, Dios mío! ¿Dónde esta el amor, dónde esta la aventura, la épica de la primera y segunda entregas? Los fans lo tenemos muy duro con este pasado bochornoso descubierto recientemente por Lucas. Dichoso tú, Alec, que no tienes papel en la quinta, ni en la sexta parte. Aunque, ahora que lo pienso, quizá te resuciten digitalmente. Esperemos que no se les ocurra. ¡Lucas, por Dios, deja descansar a los héroes, no manches su pasado una vez más!.

Firmado: Alec... de la Iglesia. El País. 8 de agosto de 2000' .

MORIARTY de AIN'T NOT COOL

'Lo odio. Odio cuando abro mi buzón y hay treinta e-mails en una hora, todos sobre una misma cosa, lo que normalmente significa que alguien ha pasado a mejor vida.

Especialmente odio cuando nos ha dejado un gigante... una leyenda... un artista verdaderamente asombroso como lo era Sir Alec Guinness. Nació en el Abril de 1914, y la sombra que ha proyectado sobre el arte de la actuación cinematográfica es enorme. Siempre recordaré la primera interpretación suya que vi que fue, como pasa con la mayoría de nosotros, cuando interpretó a Obi-Wan Kenobi en Star Wars. Con siete años de edad, nunca había visto un filme con alguien como Guinness en él. Había una centrada paz en él, en pantalla, que encontré inmediatamente icónica. Siempre recordaré esa pequeña sonrisa que mostraba ante Vader, justamente después de ver a Luke, y justamente antes de reenfocar el duelo y entregarse al infinito. Esa es una de las cosas que no hay guionista ni director que puedan crearlas, uno de esos pequeños y perfectos momentos humanos que ayudan a engrandecer el espectáculo de las Star Wars y hacerlo, definitivamente, una experiencia humana.

Y como yo aprendía mucho del trabajo de Guinness, mi respeto por él solamente aumentaba. Sus colaboraciones con David Lean sobresalían como particulares alturas en una asombrosa filmografía. Sus primeras dos películas fueron de Lean pero fue otra pareja más tardía la que ocupa un lugar en mi corazón. Guinness daba vida extraordinariamente al Príncipe Feisal en Lawrence de Arabia, mi película favorita. Estaba perfecto en ese rol, sabio, astuto y entristecido de verdad. Hay una secuencia al principio de la película donde Lawrence (Peter O'Toole) y Feisal están sentados uno delante del otro, hablando tranquilamente, con multitud de sonidos a su alrededor en los perversos vientos nocturnos del desierto. No es una escena ostentosa, y ciertamente no es una de esas escenas de la película que se destaca en la cabeza de la mayoría de la gente. Pero hay algo tan grande, tan real en esa escena... y pienso que es la conexión entre O'Toole y Guinness como actores. Él tenía la habilidad de hacer mejores a todos los que le rodeaban en una escena.

Hazte un favor a ti mismo. Vete a buscar una de sus comedias de la Ealing esta noche. Visiona The LadyKillers o Ocho Condenas de Muerte o El hombre del Traje Blanco. Ríe mientras las ves, y no te deshagas en lágrimas por la muerte de este gigante. Había una bondad, una generosidad de espíritu, que se van con él, y eso hace el trabajo que nos deja mucho más importante ahora. Trabajó muy duramente en el curso de su carrera para divertir, para iluminar, para inspirar. Honrale esta noche. Disfruta.

Moriarty - 7 de agosto de 2.000. [www.aint-it-cool-news.com ]




No se me ocurre como finalizar este tributo que se me antoja pequeño ante la magnitud de su legado. Como fan de Star Wars he perdido al Obi Wan de mi infancia. Como cinéfila he perdido a uno de los actores que mejores ratos me ha hecho pasar delante de la pantalla. Y como ser humano no puedo evitar que me venga a la mente el trozo de una canción que dice: 'los genios no deben morir'

Descanse en paz Sir Alec. Descanse en paz, maestro.

"No es igual la noche de la que despierto, a la próxima noche en la que volveré a soñar:
Una estrella verdadera ya nunca volverá a brillar.
No es igual la primavera que dejé pasar, a la que un día llegará:
Mi viejo árbol del bosque, bajo el que tantos sueños pude disfrutar, ha dejado de dar hojas, y su espíritu, libre ahora está.".




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© S I T H N E T
Biografía recopilada por: LadyMon del Sith
Agradecimientos: A Shirokawa Akira por su ayuda y al Coronel Kurtz por la maquetación
Fuentes: Heraldo de Aragón / El País / La Voz de Asturias / imdb.com / aint-it-coo / theforce.net
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